Jesús Conde escapa de las teorías lógicas imperantes y del análisis de la estética recreativa y suficientemente distante de lo banal y lo superfluo. Idea permanente conjugada, entre vivencias y percepciones, entre lo idílico o el sueño y las consecuencias auténticas del mundo. Como un coleccionista de teorías plasmadas y colocadas en el íntimo gabinete de los recuerdos y las plegarias, atesorando metales patinados por las horas y las manufacturas caprichosas del artista, retando a lo perecedero sin fruto aparente. Esta obra surge a raíz de una exposición celebrada en el Patio de Escuelas de la Universidad.
Textos de:
Ceferino Navarro y Fernando Villena