La investigación que presenta la exposición El fuego de Nápoles hace referencia a las huellas de nuestro pasado, a esa esfera de señales, por usar las palabras de Calvino, que nos rodea con su denso polvo y que, si no existe, impide que el hombre sobreviva. Estas huellas son objetos de terracota encontrados en los laboratorios de cerámica Stingo en Nápoles. Estos lugares de trabajo, cerrados hasta la mitad de los años cincuenta del siglo pasado, fueron abiertos por Camillo Stingo para complacer la curiosidad de investigadores en la mitad de los años ochenta, revelándose un espacio arqueológico extraordinario, sorprendente y cristalizado, o sea, suspendido en el tiempo, en el que comparecen moldes, modelos, jarrones, simples herramientas de trabajo, objetos decorativos, baldosas vidriadas, muestras o restos de suelos con preciosísimos elementos decorativos, etc.
Textos de:
Agostino Bossi, Paolo Giardiello, Gioconda Cafiero e Immacolata C. Forino