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El Cielo de Salamanca

Patrimonio. Exposiciones.

Textos: José María Martínez Frías.
Catedrático jubilado de Historia del Arte  de la Universidad de Salamanca.

Arte y Astronomía en la Bóveda de la Antigua Biblioteca Universitaria

Si, al decir de Borges, “somos nuestra memoria”, la Universidad de Salamanca está llena de recuerdos cristalizados en obras, como la Bóveda astrológica de su Antigua Biblioteca, que son las que permanecen y dan consistencia a su historia.

La Universidad, con el objetivo de difundir su patrimonio y profundizar en su conocimiento, ha querido realizar esta exposición sobre el conocido popularmente como El Cielo de Salamanca, término acuñado en 1951 por Rafael Láinez Alcalá, catedrático de Historia del Arte de esta Universidad.

Es una original obra realizada por una de las más fuertes y singulares personalidades de nuestra pintura gótica, Fernando Gallego (1440-1507), quien quiso expresar en ella una visión luminosa de la noche misma, pintar el cielo estrellado a la luz del día, haciendo visible lo invisible.

Salamanca fue escenario del importante avance que tuvo lugar en el arte español avanzado el siglo XV, pues en su Biblioteca se proyectó una iconografía innovadora, de una gran modernidad, distinta por completo a lo que a la sazón podía verse en España.

Esta exposición aspira a cumplir con el objetivo de evocar e ilustrar un brillante pasado, en un momento en el que surge esta sorprendente obra pictórica, en la década de 1480, llamada a convertirse en el simbólico gozne que facilita el cierre de un periodo y la apertura de otro: cuando la cátedra de Astrología adquirió un relevante protagonismo, actuando como puente entre la tradición medieval y el desarrollo de la ciencia renacentista en la misma Universidad de Salamanca.

La muestra se desarrolla en tres salas de exposiciones situadas en el Patio de Escuelas Menores de la Universidad de Salamanca, permitiendo el recorrido la contemplación de la obra conservada, su interpretación y análisis, y finalmente el desglose de los elementos que componen El Cielo de Salamanca.

El impacto visual de estas imágenes fue resaltado por el siciliano Lucio Marineo Sículo, profesor del Estudio salmantino, a finales del siglo XV, al considerar que eran valoradas “con el mayor gusto que pueda caber por parte de los que las miran”.

Esto es lo que ahora también se pretende, y que el visitante pueda sentir al finalizar su recorrido cómo, evocando la expresión de nuestro romancero, “el Cielo en la tierra cabe”.

Constelaciones australes

Hidra

Hija de Tifón y de Equidna, representada como una gran serpiente, pero sin mostrar las siete cabezas presentes en el modelo mitológico; mide más de 7 metros de longitud, y se nos ofrece plagada de estrellas, a la vez que une a CORVUS (Cuervo) y CRATER (Orza o Vaso).

Junto a Hidra se despliega un esbelto árbol ROBUR (Roble), al no representar, en este caso, a ninguna constelación, carece de estrellas.

La razón de su presencia aquí, se fundamenta en el árbol que aparece en la fábula del cuervo, la hidra y la crátera en los Catasterismos (Transformación en estrellas), de Eratóstenes de Cirene (ca.273-192 a.C.), matemático astrónomo, geógrafo y director de la famosa biblioteca de Alejandría.

Centauro

Se relaciona con Quirón, el centauro hijo de Cronos y Philyra, engendrado antes de que estos se transformaran en caballos. Quirón devino el más sabio de sus congéneres y famoso médico y preceptor de algunos de los más destacados héroes, como Jasón y Aquiles. Se dice que fue herido casualmente por una de las flechas de Hércules, intoxicada con la sangre de la Hidra. Apiadado de él Zeus lo puso en el cielo realizando un sacrificio, por lo que lleva a la Fiera en la mano para inmolarla en el altar al que se dirige. La penetrante mirada del Centauro, así como sus negros cabellos rizosos, no son extraños a los de otros tipos humanos presentes en la obra religiosa de Gallego.

Ara

Se sitúa junto a Centauro con las llamas crepitantes, dispuesto sobre un cuerpo de diseño gótico ornado con arcos trilobulados y un basamento, en el que se ha colocado la consabida inscripción, con grafía de raigambre clásica, como habitualmente hace Gallego.

Corona austral

Aunque de ordinario se la relaciona con la corona de Sagitario, no tenemos un mito para su caracterización. Se la vincula al dios Dionisos, hijo de Sémele, a quien Zeus había elegido como amante mortal.

Constelaciones boreales

Boyero

Arato lo cita como Artofilace, “el guardián de la Osa”, pero la tradición más divulgada lo vincula con el que guía un carro de bueyes, a quien se identifica con Icario, que dio hospedaje a Dionisos en el Ática, y que asocia la constelación de la Osa Mayor con un carro. Erastóstenes, por su parte, relaciona esta figura con Arcadio, el hijo de Calisto, existiendo diversas versiones del mito.

Boyero se ha representado como un hombre rústico, a quien los antiguos atribuyeron diferentes oficios, como cazador, labrador, segador y boyero o pastor de bueyes, que es el que ha proporcionado el nombre a la constelación.

Serpentario

(ophiuco, en griego)

Adquiere una relevancia visual derivada del contenido de la inscripción desplegada a lo largo del arco fajón desaparecido. Arato cita precisamente a Ophiuco luchando con la serpiente, que le aprisiona el cuerpo. Higinio y Ovidio vinculan esta constelación con la diosa Deméter.

Hércules

Se alza, dinámico, al lado de Boyero.

Eratóstenes relaciona a este héroe con el episodio del Jardín de las Hespérides, momento en el que acabó con la serpiente; tal hazaña mereció el honor, por decisión de Zeus, de ser recordada y fijada en el cielo.

Se nos ofrece desnudo, con las fauces del terrible león de Nemea –al que había dado muerte en su primer trabajo- dispuestas sobre su cabeza, a modo de yelmo.

Planetas

Sol

El Sol -al que en Astrología se le considera el planeta más importante del horóscopo- el Helios griego, se nos muestra como un joven imberbe, coronado de rayos, e indumentaria típicamente gótica, tanto por su diseño como por la disposición de los pliegues. Va montado en una cuadriga tirada por tres caballos blancos y uno negro, que cabalgan impetuosamente en sentido ascendente y que le permiten cruzar el horizonte cada día desde el alba hasta el ocaso. Porta el cetro en la mano derecha, mientras que con la izquierda agarra las riendas. El Sol se dirige a su casa diurna, Leo, al que se ha efigiado en la rueda del carro, en actitud triunfante.

Mercurio

Mercurio, al ser el planeta más cercano al Sol, figura a la derecha de éste, con menor tamaño, en la marcha a través del espacio cósmico, camino de su morada nocturna, que es Virgo. Se nos ofrece en un carro tirado por dos águilas y junto a sus moradas diurna (Géminis, los dos gemelos expertos en el manejo de las armas: Cástor y Pólux, hijos de Zeus y Leda), y nocturna (Virgo), a las que se ha representado en las dos ruedas visibles. Mercurio porta el consabido caduceo, atributo de su misión conciliadora de embajador, y exhibe sobre su pecho una brillante estrella. Los romanos le pusieron el nombre de “mensajero de los dioses”, porque se movía más rápido que los demás planetas. Se le tiene asimismo como patrón de la ciencia, por ser este planeta el que astrológicamente concede la inteligencia.

Signos zodiacales

Escorpión

Octavo signo del zodiaco que, al decir de Arato y Eratóstenes, fue enviado por la diosa Artemisa para que diera muerte a Orión, el gigante que la había violado, aunque otras versiones lo relacionan con el ataque a sus compañeras vírgenes, las Pléyades, lo que a pesar de ello no fue obstáculo para que Zeus lo situara en el cielo como símbolo de fortaleza y valentía.

Otra interpretación del propio Eratóstenes, resalta que fue enviado por la diosa Gea para castigar y matar a Orión por su osadía al afirmar que acabaría con todas las fieras de la Tierra.

Leo

Efigiado como el león que Eratóstenes de Cirene relaciona con el que puso Hera en la región de Nemea, para que causara la muerte de Hércules y vengar así la infidelidad de Zeus, que lo había engendrado. A él se enfrentó Hércules en el primer trabajo de los doce que le impuso Euristeo. Pero a tenor del escaso daño que el animal había causado al héroe, Zeus lo puso en el cielo.

Fernando Gallego nos lo presenta en la bóveda recordando modelos propios de la heráldica.

Libra

Es la única constelación que no representa a ningún ser animado en el zodiaco.

En el mundo antiguo era conocida como las pinzas del escorpión y conforme a esta disposición era representada en el mundo griego, pues la consideraban incluida en la constelación de Escorpio. El astrónomo griego Hiparco de Nicea (190-120 a. C.), separó las pinzas del escorpión, y partir del siglo I comenzó a interpretarse iconográficamente como una balanza, símbolo del equilibrio y de la equidad, pues cuando el Sol se halla en el principio de este signo igualan las noches con los días.

Virgo

Suele identificarse con Astrea, hija de Zeus y Temis, y por tanto descendiente de las titánides. Era la diosa virgen que portaba los rayos de Zeus en sus brazos y personificaba la justicia en el mundo de los mortales. Otras fuentes la tienen por hija de Titanio y de la Aurora.

Gallego nos ofrece a Virgo como una figura alada de evidente porte clásico.

Es la efigie más bella de la bóveda y, sin duda, una de las más primorosas y sugestivas de la pintura española del siglo XV. Algún autor la considera oscilante entre el ángel gótico y la mujer renacentista, aunque, en puridad se trata de un tipo humano frecuentemente empleado por Gallego.

Sagitario

Higinio le identifica con el sátiro Croto, hijo de Pan y Eupheme, nodriza de las Musas. Croto vivía en compañía de éstas en el monte Helicon, donde se distinguió por sus destrezas como cazador, poeta, conversador y en el arte de criar caballos. Las Musas pidieron a Zeus que le diese un lugar en las estrellas, a lo que accedió la divinidad, quien para significar sus destrezas le dio, según Higinio: “medio cuerpo de hombre y piernas de caballo, porque había sido excelente en él; y la saetas por declarar la certeza de su ingenio; la cola y cuernos de sátiro, porque tuvo amistad con las musas, y amigo de escribir amores”.

Vientos y Estrellas

Céfiro, Austro, Euro y Bóreas

Los cuatro vientos de la concepción copernicana aparecen, al modo de algunos bustos en las predelas de los retablos, en la parte inferior de la bóveda, personificados en cuatro grandes cabezas humanas, con los carrillos hinchados por el aire que contienen, en actitud de mover el cosmos astronómico. Su presencia hay que entenderla unida a la doctrina de la creación, pues en sentido bíblico, materializan el soplo o espíritu del Creador.

Estrellas

Las estrellas fueron igualmente objeto de un minucioso estudio por parte del pintor, pues si las que se hallan en espacio abierto son de tamaño uniforme y disposición arbitraria, no podemos decir lo propio de las que definen las constelaciones, dado que, en estos casos, responden al número, tamaño y posición adecuados.

Conviene tener presente, al contemplar las figuras de la bóveda, que éstas se representaron en una configuración calculada respecto a las estrellas, por lo que, debido a ella, algunas aparecen invertidas, como Boyero o Libra.