Luis Felipe Comendador
Comerte con los ojos
Comerte con los ojos porque me están saliendo los dientes de leche y aún no son cuchillos,
pero son incisivos y alumbran el marfil del proboscídeo que voy a ser en poco tiempo,
ese proyecto anfibio que abre sendas y no sabe cerrarlas, que pasta en los paisajes de la
carne siendo herbívoro y amo de su huella.
Comerte con los ojos porque hay hambre y los pastos escasean por la falta de lluvias,
porque hay necesidad y aún me resta energía en estos músculos ciegos que son como
pistones o murciélagos.
Comerte con los ojos porque hay un no sé qué de acantilado justo entre las pestañas, y
también hay almendras y tarde y noche y senos.
Comerte con los ojos porque hay que morir solo y una nostalgia verde se hace trama en
las uñas como un viento.
Comerte con los ojos y ser delirio o calma, esqueleto o razones, muérdago o contrapunto.
Comerte con los ojos y sentirme capaz de la próxima caza, y colgar en las perchas las
piezas que se cobren mis fauces como una voz o un lirio, y esperar apostado a que las
trampas salten y comience el banquete.
Comerte con los ojos y dibujar el plano de tu coreografía, y escarbar y engañarme con
cierto ardid eterno sobre la hierba fresca, y verte de perfil con el filtro ultramar, y cruzarte
los brazos como si fueran humo, y fingirte en la arena con trazos impecables.
Comerte con los ojos porque debo asombrarme antes de merecerte… y cribarme la voz y
espantar a los pulpos que duermen en el pozo, y limpiarme de muertos, y hacer eucaristía
pagana del reflejo.
Comerte con los ojos porque persistes en enfrentarte a ellos, como recién nacida para ser
comulgada por mi iris hambriento.
Comerte con los ojos y buscar que me ignores para saberte cierta, y mirarte yaciendo con
un candor de hormigas, y sentir tu doblez como un impedimento de jabón y de agujas.
Comerte con los ojos dejando que el instinto tome caudal abajo para tornarse ayuno, que
el sabor del milagro me hinque de rodillas entre tus dos pezones… y humillarme sea
dulce, y llagarme sea insomnio, y tenerte sea impúdico.
Comerte con los ojos, y luego con las manos, y luego con la boca cansada de vigilias.
Comerte en mil posturas, con raíces y almenas, con la garganta espesa y reincidente, con
la piel abismada como en un exterminio.
Comerte… Ensalivarte… Masticarte…, y roer tu columna vertebral hasta que sea la mía.
Luis Felipe Comendador (Béjar, Salamanca, 1957)
Editor, ensayista, gestor cultural, aforista y poeta. Más de veinte títulos arropan su palabra poética. Autor plural, ha publicado además novelas, aforismos y ensayos. Parte de su amplia obra está contenida en Vuelta a la nada y Mañana no será nunca, que recogen sus poemarios entre 1995 y 2018. Otras entregas son El amante discreto de Lauren Bacall (2003), Con la muerte en los talones (2004), o El gato solo quería a Harry (2006) o Los 400 golpes (2013). Entre los reconocimientos obtenidos destacan el Premio Gabriel Celaya por Sesión Continua (1996), finalista del Premio Nacional del Ministerio de Cultura y Premio Rafael Morales por Travelling (2003); el premio Ciudad de Mérida 2005 por El gato que sólo quería a Harry y el Premio Internacional Tardor por Paraísos del suicida en el año 2001. Dirigió la revista Los cuadernos del sornabique.
http://luisfelipecomendador.blogspot.com
http://diariodeunsavonarola.blogspot.com
https://alagatera.blogspot.com