Chantal Maillard
De milagos y espantos
Me piden un poema. Unos versos
que calmen la angustia del morir.
Yo no tengo palabras de este género
salvo que estéis dispuestos
a observar con justicia y no con el deseo
lo que más os inquieta.
La vida es un milagro, dicen.
Déjenme responder
al modo en que lo hiciera Galileo*:
Un milagro, de acuerdo, pero no es un bien
sino un espantoso experimento,
y mucha ofuscación habremos de tener
para no advertir que la belleza es hambre
y que el hambre es la muerte.
Cuan sorprendente es ver
con qué albricias festejáis los nacimientos
y cómo lamentáis las desapariciones.
¿Acaso no lo recordáis?
Al nacer saludasteis la vida con un grito.
Las más sabias la entregan al final sin quejarse.
Quien dice amar la vida debería
reverenciar la Parca pues no hay vida que no
se nutra de la muerte
y es tierra fértil la ceniza.
Ni la vida es un bien ni la muerte un mal
ni es héroe el que logra demorar su término.
Más fortaleza se requiere
para aceptar la parte que nos toca
en el baile de máscaras del universo.
Existir es el nombre que le damos
a un instante en el proceso
de algo que no nos pertenece.
Pero todo
lo que no comprendemos nos espanta.
Me pedís un poema, yo os ofrezco un reto:
Imaginen un tiempo
en el que los humanos recobrasen
la sabia compostura de los árboles
y entregasen al fuego la razón mercenaria.
Imaginen un mundo en el que cada cual
aceptase su muerte como aceptó su vida.
Imaginen.
Libre es aquella que se aleja
con una carcajada.
(Inédito)
*En el año 1610, Galileo Galilei publicó su Sidereus nuncius, obra en la que expone las conclusiones de sus primeras observaciones de la luna a través del telescopio. Ante la evidencia que el instrumento les mostraba, empeñados en defender la idea aristotélica de las perfectas esferas, los acusadores de Galileo se inventaron una sustancia invisible que, según decían, colmaba los cráteres y se instalaba en los valles de manera que, a pesar de lo que podía apreciase, la luna seguía siendo perfectamente esférica. A ello, Galileo contestó que muy bien, pero que esa sustancia no colmaba los valles, sino que se situaba en la cima de las montañas, de modo que las hacían aún más altas de lo que podía apreciarse y los valles más profundos.
Chantal Maillard (Bruselas, 1951)
Es filósofa y poeta. Recibió el Premio Nacional de Poesía por su libro Matar a Platón (2004) y el Premio Nacional de la Crítica y el de la Crítica de Andalucía por Hilos (2007). Doctora en Filosofía y especialista en Filosofías y Religiones de la India ha sido Profesora Titular de la Universidad de Málaga, donde dirigió el Área de Estética y Teoría de las Artes. Ha sido colaboradora habitual en los Suplementos Culturales de ABC y El País. Es autora de numerosos libros de poemas, ensayos y diarios. La razón estética (2015), La mujer de pie (2017), ¿Es posible un mundo sin violencia? (2018), La compasión difícil (2019) y Medea (2020) son algunos de sus últimos títulos publicados.
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